Escarbando
Escarbo y escarbo.
Entierro los dedos en la tierra, esperando se humedezca, se disuelva o me trague.
Noto el tacto áspero y granulado, igual que en la garganta, de tanto respirarla.
Y sigo escarbando.
Cada puñado que retiro no me deja ver lo que esconde,
es más siempre vuelve a caer otro poco que me exaspera.
Acelero el movimiento con obsesiva resolución.
Las uñas se ennegrecen, la piel se reseca.
Los nudillos se agrietan, los cortes se reproducen.
La tierra se burla, se convierte en momentos, en horas y días.
Es el alma quien se quiebra al escarbar.
No la encuentro porque se ennegrece, no me guía con su luz, languidece ajada;
No se deja ver tras mis ojos cegados, agrietada y herida de cortes invisibles.
Vencido y exhausto, dejo de escarbar y noto que ya no me hundo, condonado en la deuda de mis miserias.