El llanto de los niños
El llanto de los niños es oscuro
como la acuarela cuarteada de la pena.
Resbala hecho ceniza,
ensucia el porvenir y lo enmudece
con la grisura insoportable de unos ojos tristes.
Son lágrimas que apagan
las luces en los bosques encantados,
que estallan la ilusión de Cenicienta
y pudren miga a miga a Pulgarcito.
El miedo de los niños sabe a fango,
a duelo de madrinas, a gnomos pisoteados.
Arranca lazos, arrasa pecas,
araña las gargantas con la sombra de la ausencia
y llena los desvanes de la vida
de brujas con verrugas y de troles,
de frío y desamparo.
Los niños solos huelen a tormenta,
vuelan entre oscuros nubarrones,
viven gota a gota la sequía del amor,
mueren varados en las playas del olvido.
Su memoria es un papel
emborronado de verdades y mentiras,
de sustos y de rostros que una vez
rozaron levemente su alegría,
cuando las escobas del terror
no sobrevolaban todavía
el cielo azul de sus conciencias.
La soledad, el miedo, el llanto
supurando en cada cuento.
Bajo las estrellas
el mundo es un lugar inhóspito.