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La guagua de mi vida


Empecé a salir y a conocer chicos desde los quince años. Uno de esos días me presentaron a Daniel y, a pesar de ir en panda, nos pasamos la tarde hablando de allá para acá.

No volví a ver a Daniel en ningún sitio, pero la abuela decía que “todo ocurre por algo” y ocurrió.

Al llegar un día al instituto, no había clase por culpa de una huelga, no sé el por qué, pero fui a la parada de la guagua porque quería irme a casa. La guagua tardaba en llegar debido a la huelga y me fui a dar un paseo. La vida puso en mí camino a Daniel, nos saludamos y empezamos a hablar, cuanto más hablábamos mayor era la sensación de conocernos de siempre, pero por fin llegó la guagua y me fui a casa.

No volví a ver a Daniel, aunque desandaba el camino andado con él, a ver si nos encontrábamos. Nos vimos alguna vez, pero de lejos y siempre acompañados, hasta que un día nos detuvimos y hablamos. Me invitó a dar una vuelta el siguiente domingo. Dimos esa vuelta y al terminar subimos a la guagua, guagua en la que llevamos cuarenta años y se ha convertido en la guagua de mí vida.

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